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LA INTRINCADA MEDIACIÓN DE MATERNAR

Actualizado: 17 abr 2021

Por La Precaria (Josefina Jiménez)



"Si eres mujer, sin pareja y tienes descendencia posees todas las papeletas para ser pobre"

Esther Vivas



En octubre de 1929, Virginia Woolf publicaba Un cuarto propio, ensayo en el que se preguntaba, entre muchas otras cosas; ¿por qué son pobres las mujeres? Han pasado casi 100 años de esto, pero en ese momento se contestaba argumentando que, en la sociedad de aquellos tiempos, nuestro único destino posible era el matrimonio y así pasábamos de depender del padre a depender del marido. Privadas de estudiar y de conseguir un empleo que genere un sueldo decente para vivir, nuestra única opción era dedicarnos al cuidado de la casa y de los hijos. Pero ahora, tras años de luchas feministas que nos han permitido acceder a territorios antes negados, ¿cómo podemos contestar esa pregunta? Y siendo aún más específica, ¿cómo podemos contestar esa pregunta las trabajadoras de las artes? Si nuestra labor es crear, ¿cómo lograrlo cuando nuestra condición nos lleva a pensar únicamente en sobrevivir?


A propósito de esto, Lina Meruane, escritora y periodista, dice en su libro Contra los hijos (2018): escribir y criar es una verdadera hazaña para una persona que además necesita un sueldo, y es cierto; si en los tiempos de Virginia se perdieron muchas obras maestras del arte y la literatura por negarles a las mujeres la oportunidad de formarse, manifestarse y salir del ámbito doméstico, y una minoría afortunada como ella, lo logró gracias al privilegio de la holgura económica, otras tantas fueron privadas de la gloria ocultándose tras el conocido “anónimo”.

Hoy, las cosas no han cambiado tanto y nuestra situación sigue siendo precaria por el sistema, los vacíos legales en torno a los derechos laborales y la dificultad que tienen las madres trabajadoras para conciliar entre las labores que demanda la maternidad y las exigencias de los empleadores.


Primera prueba de disfraz cuando en el colegio piden las cosas de un día para el otro.

En mi experiencia, supongo, similar a la de muchas otras chicas de clase media baja, criadas en el seno de una familia machista que prioriza la educación de los hermanos porque quizá más tarde ellos sean el sostén de una familia, el panorama no es lo suficientemente alentador. Ya había escuchado antes eso de que el pobre tiene que esforzarse el doble si quiere destacar, pues en una situación parecida estamos las mujeres que no encontramos en casa el apoyo para desarrollarnos profesionalmente ni contamos con los recursos para agenciárnoslos. En ese camino, la precariedad crece y las diferencias se marcan.


Si no sabes idiomas, si escogiste una carrera que no es rentable, si no tuviste la oportunidad de relacionarte con gente importante y “hacer contactos”, tu camino se va haciendo estrecho. Si no buscas a una pareja bien posicionada y no caes en la patética treta del adulador, vas perdiendo las oportunidades. Si crees que tu talento y creatividad son claves para salir adelante, lograrás ser subcontratada y todo tu trabajo verá la luz con otro nombre. Si sales embarazada, pueden decidir no renovarte el contrato (), y buscar un nuevo empleo se convierte en una odisea cuyo monstruo tiene forma de pregunta: “¿y tienes hijos?”. El comentario, tras la respuesta, siempre es obvio: “el perfil de la persona que buscamos debe dedicarse exclusivamente a este trabajo”, “preferiblemente no debería tener hijos porque se trabaja los fines de semana y hasta tarde” y si finalmente te contratan, no falta el: “si no tienes con quien dejar a tu hija, te vamos a descontar el día”, eso me lo dijo una jefa, mujer y madre, que definitivamente era consciente de su posición de superioridad. En ese momento, en el museo y tomando a mi hija de la mano, le contesté: “supongo que, si esas son las condiciones, tienen que pagarme las horas extras que hago los sábados, los domingos y cuando hay eventos fuera del horario de trabajo, ¿verdad?”. No había nada más que decir luego de eso porque, evidentemente, los empleadores no piensan en lo que das de más sino en lo que les quitas a ellos (aquí, nuevamente, puede insertar la palabra “sistema”).


En este momento, valdría la pena pronunciarse sobre la politización de los cuidados. Si bien no pretendo crear un manifiesto en contra de la maternidad, es trascendental dejar romantizarla y tomar en consideración todo lo que demanda ejercerla en una sociedad como la nuestra.

Cuando pienso en esto, no puedo pasar por alto una frase repetida “n” veces en la historia de la humanidad: “un hijo es un regalo de Dios” pero, ¿cuándo un “regalo” generó tantas responsabilidades? Creo que para contestar esto, caen a pelo estas palabras de Lina Meruane: “Una nueva coartada se ha lanzado contra las mujeres para traerlas de vuelta a sus casas. El instrumento de este contragolpe tiene un viejo apelativo: ¡Hijos!”.


Como mencioné líneas arriba, mi idea no es hacer que las mujeres desistan de ser madres ni tampoco renegar de los hijos e hijas, lo que quiero es que recordemos que el cinturón que nos oprime a las que sí lo somos fue tallado por el patriarcado y esa imagen de maternidad angelical, sumisa, que nada exige y que se sacrifica por todos, no solo produjo que muchas mujeres abandonaran sus sueños sino que también generó un menosprecio por el trabajo de cuidados que, hasta hoy, se atribuye como una cualidad vinculada a nuestro género.


Para revertir esto, no basta con tener la posibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos, tampoco es suficiente socializar las experiencias reales de maternar en un país en el que las madres solas somos precarias por partida doble, sino que también hace falta legislar acerca de la maternidad y proporcionar las condiciones necesarias para que esta pueda ser ejercida sin mellar en nuestra vida profesional, que nuestra jornada laboral concilie con la crianza de los hijos e hijas sobre todo durante los primeros años de vida, que los cuidados sean compartidos y que se construyan comunidades de contención y apoyo entre nosotras.


Finalmente, quiero expresar que lo expuesto en el párrafo anterior no es solo un deseo, es más bien un motivo de lucha, recordemos que el feminismo nos hizo menos precarias pero que el sistema no nos deja salir.



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